Entender las criptomonedas como una clase de activos
- 23 oct
- 12 Min. de lectura
Actualizado: 24 oct
Durante mucho tiempo, el Bitcoin se ha considerado un sustituto directo de las monedas fiduciarias o una alternativa digital al oro, lo que ha definido el debate en torno a las criptomonedas. Sin embargo, cada vez está más claro que las criptomonedas son algo completamente distinto.
Por Alan G. Futerman, Co-Founder de Lulubit

Podría decirse que el Bitcoin ha sido el activo del siglo hasta ahora, no solo por su espectacular rendimiento financiero, sino también por dar nacimiento a la industria de las criptomonedas y el ecosistema tecnológico que ha fomentado a través de la innovación que significa la blockchain. Sin embargo, las criptomonedas en general, y Bitcoin en particular, a menudo se descartaban hasta hace poco como curiosidades tecnológicas o instrumentos financieros especializados. Esta percepción está cambiando rápidamente.
¿Por qué una innovación tan revolucionaria y un activo de tan alto rendimiento se han encontrado con un escepticismo persistente?
La respuesta está en los orígenes del bitcoin. Se concibió como un sustituto del sistema financiero tradicional y, más fundamentalmente, del propio dinero fiduciario. Sus características fundamentales, reforzadas por una tecnología única, permitieron a los primeros usuarios defender sus ventajas a escala mundial. Sin embargo, estas mismas características (y la narrativa antisistema promovida por sus seguidores) también provocaron la resistencia de las instituciones financieras, los reguladores y los gobiernos.
A pesar de la oposición, Bitcoin se convirtió en un ejemplo clásico del orden espontáneo Hayekiano, una innovación imposible de suprimir. De hecho, la resistencia no hizo más que reforzar su atractivo, ampliando su alcance y acelerando su adopción. Siguiendo el patrón habitual de las ideas y tecnologías disruptivas (primero ignoradas, luego ridiculizadas, combatidas y finalmente aceptadas), las criptomonedas parecen ahora estar a punto de ser aceptadas por la mayoría. Quedó claro que el paradigma había cambiado después de que la segunda administración de Trump comenzara a discutir la creación de una «Reserva Estratégica de Bitcoin» gubernamental.
Ante estos acontecimientos, es imperativo reconocer la naturaleza evolutiva de las criptomonedas. Han surgido como una clase de activos distinta, algo fundamentalmente diferente de las acciones, los bonos o incluso las materias primas como el oro. Ahora es crucial comprender lo que eso implica y las consecuencias para los inversores.
Ni efectivo, ni oro
Bitcoin fue presentado originalmente por su creador, Satoshi Nakamoto, como una alternativa al dinero fiduciario, con similitudes clave con el oro. Su escasez intrínseca, codificada a través de un mecanismo de emisión preprogramado, llevó inicialmente a muchos a considerarlo como un nuevo tipo de materia prima, una especie de oro digital.
Los primeros defensores destacaron las ventajas únicas del Bitcoin (descentralización, transparencia, inmutabilidad), en lugar de intentar clasificarlo dentro de las categorías tradicionales de activos. Dada la hostilidad inicial del sistema financiero establecido, la clasificación parecía, en el mejor de los casos, un ejercicio académico. Al fin y al cabo, prácticamente ningún asesor financiero serio de la época habría recomendado el Bitcoin como parte de una cartera diversificada.
Hoy en día, eso ha cambiado. Los ETF de criptomonedas cotizan en las principales bolsas de valores, gestores de activos globales como BlackRock ofrecen productos criptográficos y los gobiernos integran cada vez más la tecnología blockchain en diversos ámbitos. Por lo tanto, ha llegado el momento de reconocer formalmente las criptomonedas como una clase de activos propia.
Pero, ¿qué tipo de activo es exactamente el Bitcoin y, por extensión, otras criptomonedas?
Originalmente concebido como una forma de dinero, el Bitcoin puede utilizarse eficazmente como medio de intercambio. Sin embargo, su oferta inelástica contribuye a que los precios fluctúen bruscamente con la demanda, lo que desalienta su uso como unidad de cuenta estable. A diferencia de las materias primas tradicionales como el oro, que mantienen un poder adquisitivo relativamente estable a lo largo del tiempo , el Bitcoin se asemeja a un «objeto de colección hiperlíquido», un término que exploré junto con Ivo Sarjanovic en nuestro libro de 2022 Commodities as an Asset Class.
La razón por la que el oro ha mantenido un poder adquisitivo relativamente estable a lo largo del tiempo es que, salvo en los periodos relativamente breves de descubrimientos repentinos (por ejemplo, la fiebre del oro de California, 1848-1855), la oferta ha aumentado a un ritmo constante cada año, junto con la demanda impulsada por el crecimiento económico real. Y en los casos en que la demanda superó a la oferta, lo que aumentó momentáneamente el poder adquisitivo del oro, aparecieron mecanismos alternativos de expansión de esta, aparte del aumento de la minería, para hacer frente a los shocks a corto plazo (como la fundición de joyas). Ninguno de esos mecanismos estabilizadores se da en el caso del bitcoin.
Por el contrario, la tasa de emisión del bitcoin está preprogramada y el proceso de minería que crea más bitcoins aumenta su dificultad con cada nueva unidad, lo que reduce la elasticidad de la curva de oferta en función del precio. Esto significa que no existe ningún mecanismo estabilizador que equilibre las perturbaciones de la demanda a las que se enfrenta una oferta extremadamente rígida a corto plazo. En otras palabras, el factor de equilibrio que subyace a la dinámica de la oferta y la demanda del bitcoin reside enteramente en su precio. Por lo tanto, esto garantiza su volatilidad inherente.
Además, a medida que aumentaba la popularidad del bitcoin y, por lo tanto, su demanda, se produjeron aumentos de precios de forma natural. A pesar de las tendencias al alza y a la baja, el precio del bitcoin ha aumentado prácticamente todos los años desde su creación. Por lo tanto, su «regla monetaria» implica una deflación por diseño.
El problema es que la volatilidad de los precios, junto con la deflación sistémica, no son una buena receta para una economía. Esto se debe a la sencilla razón de que los contratos, así como los flujos de caja previstos, no pueden denominarse en una moneda tan inestable. Es poco probable que un deudor se endeude en una moneda que ganará valor perpetuamente, al igual que un inversor no puede calcular los costes ni estimar los beneficios en una moneda tan volátil.
Una consecuencia de esto es que resulta difícil pensar en términos de bitcoin. Esto no solo se debe al hecho de que carece de los efectos de red (network effects) del dinero fiduciario y, por lo tanto, que el sistema de precios funciona y se denomina en otras monedas, sino también a que su volatilidad hace que sea prácticamente imposible utilizarlo mentalmente como referencia para sopesar los precios relativos de los bienes y servicios en la economía. Es decir, no se puede pensar en los precios en bitcoin si no es en referencia, por ejemplo, a sus precios en dólares estadounidenses.
Pero estos últimos puntos no son nuevos. Los detractores del bitcoin suelen plantear estas y otras cuestiones para objetar su validez como dinero. Sin embargo, destacar las debilidades del bitcoin como dinero no significa necesariamente destacar las debilidades del bitcoin como tal. Esto se debe a que todo el debate cambia cuando se está dispuesto a aceptar la idea de que el bitcoin en particular, y las criptomonedas en general, no son formas alternativas de dinero, sino algo diferente. Un activo de su propia clase.
Por lo tanto, el «oro digital» no es oro en absoluto. Es más bien otra cosa, a pesar de las similitudes. Así pues, en lugar de encajar a la fuerza el bitcoin en los marcos existentes, es más adecuado considerarlo como parte de una clase totalmente nueva: los criptoactivos.
Los componentes de la clase de criptoactivos
La clase de criptoactivos abarca una gama diversa y creciente de instrumentos:
Bitcoin, el activo criptográfico fundamental, mantiene su dominio en términos de capitalización bursátil e influencia cultural.
Las empresas basadas en blockchain han aprovechado dicha tecnología para la gestión de las cadenas de suministro, la verificación de transacciones y alcanzar mayor eficiencia en otros sectores.
Otras criptomonedas, incluidos tokens como ETH, SOL y LTC, están vinculadas a protocolos blockchain específicos con características únicas y posibles casos de uso.
Los contratos inteligentes, impulsados por plataformas como Ethereum, permiten acuerdos programables y de ejecución automática sin necesidad de autoridades centralizadas. Esta innovación impulsa los ecosistemas financieros descentralizados (DeFi), lo que permite a los usuarios participar en actividades de préstamo, crédito y comercio regidas por algoritmos transparentes en lugar de intermediarios.
Los protocolos DeFi como AAVE permiten a los titulares de criptomonedas obtener rendimientos o acceder a liquidez, con tipos de interés determinados dinámicamente por la oferta y la demanda. Las bolsas descentralizadas (DEX) facilitan las operaciones apalancadas, los futuros perpetuos y los intercambios de tokens sin terceros intermediarios, lo que ilustra cómo los mercados financieros pueden operar fuera de las instituciones tradicionales.
Las soluciones de operatividad y escalabilidad entre blockchains mejoran aún más la velocidad y la eficiencia de las transacciones. Aunque marcos normativos como el de Mercados de Criptoactivos (MiCA) de la Unión Europea están empezando a supervisar el sector, dentro del propio entorno criptográfico, la innovación avanza a un ritmo que a menudo supera las respuestas normativas, lo que conduce a una rápida autocorrección y al avance tecnológico.
Regulación: ¿amiga o enemiga?
Contrariamente a la creencia popular, la regulación no supone una amenaza inherente para el ecosistema criptográfico. Por el contrario, operar bajo marcos legales claros es esencial para ampliar la adopción. Las finanzas tradicionales (TradFi) y las finanzas descentralizadas (DeFi) son en realidad simbióticas. Si bien la innovación descentralizada ofrece nuevas eficiencias, el acceso a los sistemas bancarios tradicionales sigue siendo crucial para una mayor usabilidad de las criptomonedas.
No se produciría una adopción masiva de las criptomonedas, por ejemplo, con mercados P2P en lugar de que las personas pudieran acceder a las criptomonedas en exchanges centralizados. El éxito de los exchanges centralizados como Coinbase —y, por extensión, la liquidez que aportan a los mercados de criptomonedas— depende del cumplimiento de la normativa. La regulación permite la participación institucional, ampliando el grupo de posibles inversores y usuarios. Es decir, las TradFi permiten la ampliación de las DeFi, aunque cabría esperar que estas últimas lideraran la innovación en las TradFi.
Se produjo una especie de giro hegeliano con respecto a la idea del bitcoin (o las criptomonedas en general) como forma de dinero en sí misma. En un sentido dialéctico, el dinero fiduciario (la tesis) fue inicialmente desafiado por el bitcoin (su antítesis), para ser finalmente sintetizado por las monedas estables (stablecoins), que inicialmente se concibieron como una solución alternativa a las restricciones bancarias con el fin de aportar liquidez a los mercados de criptomonedas. Pero las stablecoins como USDT y USDC en la actualidad, que representan una capitalización de mercado combinada superior a 200 000 millones de dólares, ofrecen soluciones de pago rápidas y sin fronteras, al tiempo que refuerzan, en lugar de socavar, el dominio de las monedas fiduciarias como el dólar estadounidense.
A diferencia de las monedas digitales de los bancos centrales (CBDC), las stablecoins mantienen su independencia operativa del control directo del gobierno, preservando la privacidad y limitando los riesgos de extralimitación política, de forma similar al papel que desempeñan los bancos comerciales en los sistemas fiduciarios tradicionales.
Esto se debe a que, aunque las CBDC podrían adoptar muchas formas, una de ellas implica que los particulares tendrían cuentas directamente con un banco central. Esto permite a este último conocer todos sus patrones de consumo y ahorro, así como intervenir directamente en la cuenta de un particular sin más intermediarios. En otras palabras, esto otorga al gobierno enormes poderes, desde la capacidad de conocer el historial financiero completo de un individuo, así como de conocer sus operaciones actuales en tiempo real, hasta disponer de fondos privados hasta el punto de poder congelarlos, programarlos (para promover o desalentar ciertos comportamientos o patrones de gasto) o gravar con impuestos. Y, aunque muchas de las posibilidades ominosas de las CBDC pueden no materializarse, el poder para hacerlas realidad estará ahí.
Por otro lado, las stablecoins permiten disfrutar de todas las ventajas del dinero fiduciario tokenizado sin ninguno de los riesgos que implican las CBDC. Así, las stablecoins permiten la existencia de una moneda fiduciaria con forma digital impulsada por la tecnología blockchain sin que el gobierno la controle por completo, de forma muy similar a como los bancos privados pueden ofrecer a las personas acceso a servicios financieros y cuentas denominadas en moneda fiduciaria sin que estas últimas tengan que tener cuentas corrientes o de depósito directamente en el banco central.
Todo en la cadena de bloques
Otra gran frontera para las criptomonedas es la tokenización de activos del mundo real. La tokenización traduce la propiedad de activos tangibles en tokens digitales, lo que mejora drásticamente la liquidez, la transparencia y las posibilidades de colateralización.
Si bien los NFT (tokens no fungibles) popularizaron esta idea a través del arte digital, la tecnología subyacente se extiende mucho más allá: los bienes inmuebles, los objetos de colección, las entradas para eventos y mucho más pueden tokenizarse, lo que reduce los costes de transacción y mejora la accesibilidad al mercado. Para comprender mejor las posibilidades que esto implica, pensemos en los bienes inmuebles. Si una casa o un piso pudieran tokenizarse, no sería necesario contar con un agente para venderlos, sino que podrían ponerse directamente en un exchange y venderse. Esto, a su vez, mejora la transparencia y la determinación de los precios, reduciendo así las fricciones que existen en los mercados inmobiliarios tradicionales, normalmente mediados por agentes inmobiliarios.
Del mismo modo, sería mucho más fácil utilizar los bienes inmuebles como garantía si ya estuvieran tokenizados y se pudiera ver su valor estimado en tiempo real en la aplicación de banca online. Naturalmente, este proceso es más complejo de lo que describe esta breve descripción, y sin duda surgen varias dificultades. No obstante, se trata de un avance fascinante que seguramente evolucionará y se adoptará cada vez más.
El potencial de integrar activos del mundo real en los ecosistemas DeFi podría ampliar significativamente el alcance de las finanzas descentralizadas, tendiendo un puente entre las economías tradicionales y digitales de formas sin precedentes. En otras palabras, todo y cualquier cosa podría llevarse al mundo digital mediante un proceso de tokenización, lo que a su vez permitiría su entrada en el mercado digital sin fricciones.
Fundamentos que impulsan el futuro de las criptomonedas
Varias ventajas clave respaldan el argumento de que las criptomonedas son una clase de activos en maduración:
Eficiencia: transacciones más rápidas y flexibles, sin las restricciones de los horarios bancarios ni las fronteras geográficas. Los mercados de criptomonedas operan todos los días, durante todo el día (y la noche), y las transacciones se liquidan al instante, sin cámaras de compensación ni autoridades centralizadas.
Transparencia: los registros públicos de la cadena de bloques reducen los riesgos de liquidación y aumentan la confianza. Una vez más, una confianza que no depende de una autoridad central o de una entidad registradora, sino del código, no de los seres humanos.
Programabilidad: los contratos inteligentes automatizan transacciones complejas, mejorando la eficiencia operativa. Esto no solo agiliza la liquidación de las transacciones, sino que también las hace más seguras, ya que los resultados están preprogramados.
Accesibilidad: Cualquier persona con un teléfono inteligente puede participar en el sistema financiero global. Esto supone una verdadera democratización de las finanzas. Sin embargo, esto a su vez requiere formación por parte de quienes entran en este mercado, ya que una comprensión errónea podría acarrear pérdidas (a veces graves). Por lo tanto, el mercado «educa», a veces de forma dolorosa, sobre sus peligros y oportunidades. Es decir, la oportunidad de un mundo financiero más abierto conlleva una mayor responsabilidad a la hora de operar en él.
Velocidad de innovación: La competencia abierta y la innovación descentralizada aceleran el perfeccionamiento tecnológico. Dada la naturaleza sin permisos de este mercado, en el que se pueden introducir libremente nuevos productos e inventos, es natural que los problemas se identifiquen rápidamente y se promueva el incentivo para las mejoras y las novedades.
Más oportunidades: Incorporar el valor de los activos del mundo real a través de un formato digital permite un mayor acceso al crédito, la transparencia de los precios y, en última instancia, aumenta la eficiencia económica.
Los criptoactivos, aunque todavía son pequeños en comparación con los mercados mundiales de bonos, acciones y derivados, están adquiriendo una relevancia innegable. No solo representan un nicho especulativo, sino un cambio estructural hacia un sistema financiero más abierto, programable y eficiente.
Los criptoactivos se vuelven mainstream
Los criptoactivos ya no pueden tratarse como meras anomalías. Representan una clase de activos distinta, que merece ser considerada seriamente tanto por los inversores como por las instituciones financieras.
Sin embargo, este reconocimiento no implica que todos los criptoactivos o proyectos asociados sean inversiones igualmente viables. El bitcoin y las diversas «memecoins» no son, desde luego, lo mismo. Esto se debe a que la escala, la profundidad del mercado e incluso la filosofía del primero no son comparables a los segundos, que son esencialmente tokens basados en la diversión que no pretenden ser otra cosa (a pesar de las posibles manías y posteriores quiebras que puedan acompañarlos). Sigue siendo esencial realizar un análisis cuidadoso, diversificar y gestionar los riesgos. Pero no comprender o no involucrarse con esta clase de activo emergente parecería representar cada vez más un descuido estratégico.
La correlación de las criptomonedas con los movimientos de los mercados en general, en particular los índices relacionados con la tecnología, ha aumentado con el tiempo, lo que refleja su maduración hasta convertirse en una categoría de inversión reconocida, influenciada por los ciclos de liquidez y el apetito por el riesgo. Sin embargo, las innovaciones subyacentes del sector (mencionadas a lo largo de este artículo, desde la tokenización de activos del mundo real hasta los protocolos financieros descentralizados) sugieren que seguirá evolucionando , remodelando las finanzas al igual que Internet remodeló la información y el comercio.
Aunque el futuro sigue siendo incierto y aún podrían surgir nuevos retos tecnológicos, las criptomonedas ya no son simplemente una curiosidad periférica. Están llamadas a convertirse en un componente fundamental de un mundo financiero más interconectado, transparente y eficiente, junto con la inteligencia artificial y otras tecnologías transformadoras.
Lo expuesto en este artículo NO debe ser interpretado como recomendación de inversión o asesoramiento. La información mencionada se ofrece únicamente con fines informativos. Cualquier decisión de inversión debe basarse en su propio criterio o de un asesor profesional.


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